Un mercado vivaz
El mercado en Río de Janeiro es
animado, vivaz, y lleno de vida. Entre los productos y las personas de este mercado,
el ambiente es emocionante y una experiencia de las sensaciones. La positividad
de los vendedores y el sentido de comunidad crea una sensación que el mercado
es su propio mundo. Los colores brillantes, el sonido de risa, los olores
fragrantes, y, lo más importante, el sabor rico de la comida hace que desee
quedarme aquí para siempre.
No hay nada como los productos
frescos, y este mercado está lleno de ellos. Cuando caminé por el mercado, me
sentí abrumada por los colores vibrantes de las frutas y las verduras. Mientras
yo estaba aturdida por las visiones hermosas de las cajas rebosantes de futas y
verduras maduras, un vendedor me daba un mango rechoncho y anaranjado para
probar. Mordí el mango y el jugo dulce jeringó en mi boca y el sabor fresco y
delicioso me golpeó el paladar. Continué por el mercado y repentinamente olí
algún picante. Busqué la fuente de la fragancia y encontré un surtido de
pimientos. Pimientos amarillos, y rojos, y verdes, pimientos picantes y no
picantes. La selección era bonita. Al lado de los pimientos había una variedad
de especias que era aún más impresionante que los pimientos. Hubo cientos de
bolsas de especias, muchas de esas no me resultaban familiares. La calidad y el
cuidado que está tomando con los productos del mercado en Brasil es notable y
creó una experiencia que no olvidaré.
Los productos no son la única razón para
que este mercado sea inolvidable; los vendedores y su orgullo como comunidad
que ellos crean, dan a los clientes un sentido de familia. Tan pronto como
caminé en el mercado, oí el sonido del canto. Un vendedor contento cantó en voz
alta y feliz. Me dio la promesa de diversión cuando otro hombre ruidoso,
teatral, y cómico, corrió a través del camino. Sus payasadas fueron un
espectáculo en sí mismo. El mismo hombre me ayudó a llevar mis bolsas. Todos
los vendedores hicieron que el mercado se sintiera como en casa, no solamente
por la manera en que me trataron, pero en la manera que se trataron entre sí. Ayudaron
a atraer a los clientes y se bromearon. No pude dejar de sonreírle. Las personalidades
radiantes de los vendedores hicieron una experiencia única.
El mercado en Río de Janeiro fue una aventura
para mis sensaciones. La explosión de los sabores demostró la frescura de las
frutas. La alegría de los vendedores puso una sonrisa en mi cara. Los productos
hermosos transformaron al mercado, pero los vendedores acogedores del mercado
lo hicieron estupendo. Recomiendo, a cualquiera, hacer una visita al mercado en
Río de Janeiro. Es un mercado pleno de viveza, excitación, y comodidad.
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